El valle del Roncal se ha convertido en mi gran campo base para disfrutar del Pirineo. Lo descubrí con 16 años con mis primeras escapadas al Petrechema, Mesa de los Tres Reyes, Atxerito o Peña Ezkaurre. Durante la Universidad volví cada verano. Y ahora, la vida me ha regalado un campo base en el propio pueblo de Roncal donde disfrutar de las montañas, los ríos y las migas cada primavera, verano, otoño e invierno. Aquí presento cinco acuarelas con la que planificar cinco planes diferentes para disfrutar del Pirineo.
Los pueblos. El valle de Roncal está repleto de pueblos que en sí mismo ya requieren una visita, más allá de la naturaleza que les rodea. Roncal, cabeza del valle, puede ser el inicio de una buena ruta. Tierra del músico Julián Gayarre al que dedicó uno de sus himnos y al que se le recuerda con orgullo en su Casa Museo y Mausoleo en el cementerio. El frontón, las calles empedradas y a su iglesia en lo más alto, son una buena representación de la arquitectura pirenaica. Una vez en él, lo más sencillo es seguir la carretera rumbo a Isaba, Uztarroz o Vidángoz.
Las montañas. El Txamantxoia (1.941 metros) no es la cima más alta pero sí una de las más panorámicas. Imposible dejar de verlo una vez adentrado hacia Belabarce o hacia Belagua. Su subida es directa, sencilla y también una buena manera de planificar futuras ascensiones: Peña Ezkaurre, la Mesa de los Tres Reyes, Petretxema, Atxerito o los Alanos. En cualquiera de estas ascensiones disfrutarás de la naturaleza, los hayedos y las vistas. Y lo mejor de todo, seguirás con tiempo para cerrar el día en cualquiera de los pueblos.
Las pozas. El río Esca baña cada uno de los pueblos del Valle. En invierno baja crecido con el agua de las nevadas, en verano regala todavía un centenar de pozas en las que refrescarte tras un día de caminata o en el que sentarte a leer, tomar el sol o revisar el mapa. En la foto, acuarela del «pocico», uno de los rincones preferidos para bañarte y aprovechar la cercana borda de «Juan Pito» para almorzar unas migas de pastor.
Petretxema. Una de mis montañas preferidas es, sin duda, el Petretxema (2.371 m). Desde el refugio de Linza permita una intensa mañana de caminata con vistas perfectas a la emblemática Mesa de los Tres Reyes con la aguja del Ansbere en paralelo a la cima y el pico del Midi en el horizonte. Lo he subido en invierno y en verano, con raquetas y crampones y en zapatillas.
La gastronomía. Las migas, el queso denominación de origen, el patxarán casero, la txistorra y cualquiera de sus restaurantes. El Pirineo no sólo se camina, también se degusta y en el Valle de Roncal tienes muchas y buenas propuestas. La boda de Juan Pito y borda Chiquín son sin duda imprescindibles. En la acuarela he hecho trampa. No aparece su comida pero sí de nuevo los elementos que te acompañarán en la búsqueda de estos bocados: el río, el bosque, la piedra.