Bilbao la Vieja, al otro margen de la Ría, ha sido siempre un rincón moderno, canalla y de acogida con los que llegaban de fuera y con los que buscaban locales diferentes para poner en marcha proyectos diferentes. Caminamos por sus calles y somos testigos de un nuevo resurgir.

  • Reportaje elaborado para la revista RONDA de Iberia para España, China y Japón.

Bilbao la Vieja siempre ha sido un barrio moderno y de acogida en la capital vizcaína. Lo fue cuando llenaba de vida alegre a la villa con sus cabarets y lo es ahora de nuevo con las personas que llegan de otros países y con los que buscan locales económicos para crear espacios diferentes, canallas y culturales. Recorremos algunas de estas propuestas y encontramos un Bilbao alternativo al del Guggenheim y Puppy pero con el mismo atractivo por su mezcla de gentes, fuertes movimientos vecinales y frías cervezas artesanales. 

Silverio Macías llegó a Bilbao desde Galicia en 1954 en busca de oportunidades durante la posguerra. Sus hermanos mayores llegaron primero para engrosar las mano de obra de las canteras.  Silverio apostó por la hostelería y se hizo cargo de un bar en el muelle de Marzana entre los puentes de La Ribera y el de la Merced. Hoy su nieto, Carlos Macías, levanta cada día la persiana del bar que, tras pasar por diferentes manos, vuelve a llenar de vida el barrio: el bar Marzana (calle Marzana 16). “Abrimos hace 10 años cuando la Oficina de Turismo y los taxistas no recomendaban cruzar la Ría hacia este lado de la villa. Ahora llenamos la terraza cada día y cuidamos que no se pierda la multiculturalidad de la zona con la llegada de gente nueva”, confiesa mientras pone un vino a otro gallego: Manuel Míguez que no falla un día a su cita con la barra del Marzana desde hace 47 años, los mismos que lleva en Bilbao.

“En este barrio había una pelea diaria: nos rompíamos la cara unos a otros”, cuenta Míguez. Pero de aquello ya no queda más que “alguno escondido”. Con la llegada de las mejoras urbanísticas, desaparecieron poco a poco las zonas oscuras y las personas “más conflictivas”. Lo que antes era una centro de metadona, ahora es una oficina Municipal con servicios de Biblioteca, clases de Yoga y hogar de jubilados. “En estos 10 años hemos visto de todo, esperemos que ahora no quede todo en una moda y la gente introduzca a estas calles en sus rutinas”, apuesta Macías.

Frente al bar Marzana ha abierto de nuevos sus puertas desde hace casi dos años el restaurante “El Perro Chico” (calle Aretxaga, 1) un clásico durante años de la farándula bilbaína que a puerta cerrada ofrecía comidas y cenas de largas sobremesas. Ahora con las puertas abiertas de par en par y sus grandes ventanales sin cortinas, afianza a los que recorren el barrio en busca de menús sencillos, poteo y terrazas. Lo mismo que ofrece el gastrobar Dando La Brasa (Aretxaga 7) y el Peso Neto (San Francisco, 1). Todos ellos con nuevas propuestas gastronómicas del barrio con nuevos aires y una clientela ya más que fija.

Las cervezas artesanales las pone el café Bihotz (Aretxaga, 6) desde hace año y medio. “Queríamos abrir un espacio distinto, la gente comenzaba ya a cruzar la Ría de forma habitual y apareció esta lonja: así que nos lanzamos”, relata Daniel Garrido con su barba larga, bici fixie y una cerveza Fire Rock “made in Australia” en la mano. El resto lo hizo la gente que poco a poco se sentó en la acera. La gente y las redes: “Nos llegan muchos extranjeros que han visto referencias nuestras en aplicaciones para bebedores de cerveza y quieren probar nuestras propuestas”.

A Maitena Ganboa también le tentó la suerte. Vecina del barrio desde hace más de 14 años y tras vivir en Barcelona, Salamanca y Vitoria-Gasteiz, ha podido montar su propio taller de diseño de joyas: Ganboa (Aretxaga 5). “Vivo justo encima de la lonja desde hace años y poco a poco fue cogiendo vida la calle y me lancé a abrir mi estudio: feliz”. Han pasado nueve meses desde que abrió y su nueva colección ya luce en el escaparate. “Mis piezas son únicas y el que las quiere viene hasta aquí a por ellas, no necesito que haya un flujo constante de gente por la calle”.

Los que sí necesitan ese flujo de gente son Nere Landa y Ekaitz Ormatza de la tienda de ropa Mongolia (Aretxaga, 2). “Vivimos gracias a los picos de gente”, confiesa Ekaitz ilusionado por las buenas expectativas de estos dos últimos años. “Al barrio acude cada vez más gente, a nuestro alrededor contamos con nuevos espacios pero necesitamos que el día a día sea más fluido”. Mientras tanto, la firmas de nuevos diseñadores de sus prendas, los complementos elaborados en el barrio y las buenas referencias están atrayendo a más gente.

A la espera de ese flujo mayor de gente por las calles lleva Ziortza Torres más de 10 años. Ella es del barrio y siempre ha trabajando en él. Ahora con la peluquería “Le Cabaret” (calle Bilbao la Vieja, 21) vuelve a llenarse de ilusión. “Tuve durante años un local más grande y mucho personal pero cada mes era una aventura. Ahora estoy yo sola más tranquila y de nuevo ilusionada”. Lo que tiene claro es que de este barrio no se mueve y mira con buenos ojos a sus nuevos vecinos.

Tampoco se moverá Javier Nevado de Anti- Liburudenda (Dos de Mayo 2) con un proyecto cultural ya asentado y una clientela repartida a partes iguales entre gente del barrio y de fuera. “Este barrio siempre ha sido de acogida y ése es su principal valor: esperemos que los nuevos proyectos enfocados a gente con dinero no acaben con su identidad”, señala tras 10 años de aventura empresarial. Y seguro que los nuevos proyectos enriquecen al barrio: porque esta zona de Bilbao siempre ha estado abierta a los cambios, la nueva gente y la vida alegre.

Las imágenes son del genial fotógrafo Óscar Larzabal