Leo con admiración la tercera entrega de El País a maestros del periodismo. Este domingo le tocó el turno a Tomás Eloy Martínez, periodista y escritor argentino. Mira con asombro cómo ha cambiado el hábito de lectura. El papel incomoda, la web deja la puerta abierta al amarillismo. Como antídoto propone formar a los nuevos periodistas con los criterios de los editores de antes. Ójala también las condiciones de trabajo fueran las de antes, con la misma seriedad, el mismo prestigio y, por qué no, los mismos salarios.
P. ¿Y el periodista cómo ve ahora este oficio?
R. Ante el periodismo, ante lo que vendrá, siento una cierta perplejidad; las formas de lectura están cambiando vertiginosamente y el periodismo de papel se está convirtiendo en un vehículo incómodo para la lectura. Mucha gente prefiere las versiones on–line de los periódicos, y yo les encuentro un riesgo, sobre todo en los comentarios a las noticias o a las opiniones. Por un lado, hay una libertad necesaria para escribir y para expresarse con soltura. Por el otro, el anonimato de los posteos abre el camino a una peligrosidad impunidad. No me preocupan tanto los descuidos y malos tratos a que se somete el lenguaje, que es nuestra herramienta esencial. Me preocupa más que se lea mal y que esa ligereza en la lectura derive en una ligereza en la acusación. El anonimato encubre una cierta infamia, encubre a veces sentimientos deleznables. Esto no es el periodismo, por supuesto; es una perversión del periodismo, pero es algo para lo cual el periodismo es un vehículo en este momento.
P. Pero ya había periodismo amarillo.
R. Lo había y lo hay. Lo que pasa es que esto potencia, multiplica, la fuerza del periodista amarillo. Todos los días vemos señales de este tipo de periodismo que se manifiesta en forma de acusación. Escribí una columna sobre la carnicería que se hizo con Ingrid Betancourt y con Clara Rojas cuando fueron liberadas por las FARC. Periodistas muy serios, con una larga trayectoria, añadieron leña al fuego de los chismes sobre la intimidad de las ex rehenes.