Foto: Manifestación que me recibió en Santa Cruz en 2006
«Autonomía carajo«. Así reza la camiseta que me traje de Bolivia hace ya dos años. La compré el mismo día de mi llegada en la avenida principal de Santa Cruz, capital económica y principal impulsor de la descentralización fiscal del país. Ese día se produjo la mayor manifestación de la ciudad con medio millón de personas para pedir la autonomía departamental, que no la independencia. Lejos de la imagen india de Bolivia, allí todos eran blancos, miraban con ojos claros y vestían ropa de marca. Y es que no toda Bolivia es indígina, ni todos los indígenas quieren la misma Bolivia.
Ayer volvieron a salir a la calle los cruceños. No para pedir su autonomía fiscal, sino para votarla en reférendum. «A píe de urnas», el 85% de la población la desea. Sin embargo, el presidente indigenísta Evo Morales no está dispuesto a reconocer ninguna autonomía. La tensión está asegurada. El odio entre los coyas (indios del norte: aymaras y quechuas) contra los cambas (indios de la selva o descendientes de europeos) es total. Un tema tabú allí, tanto como en Euskadi pronunciarte sobre tus opiniones políticas.
La cobertura de este fin de semana del reférendum ha sido genial. Todos los medios han dado una previa y han vuelto a dar otra página a los resultados, todavía provisionales. La dimensión del conflicto puede llegar a un amago de guerra civil, pues son muchos los empresarios que no están dispuestos a seguir pagando «abusivos impuestos» a La Paz para que no reinvierta el gobierno nada en ellos.
Evo Morales realiza en su propio país lo que critica a las multinacionales.