La vida de Juanito Oiarzabal no se entiende sin las grandes montañas: da igual su altura o su dureza. A ellas ha dedicado toda su vida, los mejores años, todos sus esfuerzos y energías. En el año 99 ya había conseguido clavar la Ikurriña en las 14 cimas más altas del mundo, siendo el sexto hombre en lograrlo, el cuarto sin utilizar oxígeno. Ahora se encuentra en un nuevo proyecto personal: 14x2x8.000. Repetir la aventura por segunda vez. Ya tiene 10, tan sólo le quedan cuatro ochomiles. La semana pasada llegó a sus 55 años del último, el Manaslu (8.156 m), su cima número 26 de más de ochimil metros. Quisimos darle la bienvenida en Piedra de Toque y descubrir qué tienen estas montañas para dedicarles toda una vida. Dejamos a un lado al Juanito más polémico y nos centramos en el montañero: “Terminaré mi proyecto vivo o muerto”.
“Cada cumbre la vivo como la primera. No puede ser de otra manera. Con 55 años no es lo mismo que con 30. Antes ascendía corriendo. Ahora cada vez me cuesta más. Los esfuerzos son mayores. Lo que tengo claro es que en el momento en el que no disfrute con lo que hago, lo dejaré”.
Nuevo proyecto. «He perdido siete amigos en el Himaya. A mí me gusta estar en la pomada cuando estoy en un programa de televisión. Para mí este proyecto nuevo es una motivación más, no es querer estar en la pomada, como dicen algunos. Si lo termino es que estoy vivo y si no, significará que no lo estaré. Posiblemente en la historia no lo volverá a hacer nadie. Primero porque es complicado y segundo porque ni lo valoran, ni le ven interés.
14x2x8.000. «Lo bueno que tengo ahora que me he quitado lo más gordo, las montañas más peligrosas. Repetirlas es muy complicado. El K2 tan sólo somos tres personas en el mundo que las hemos repetido. En el Everest hay cientos de personas. Yo también soy el único occidental que ha subido el Annapurna y el Kantseng por las dos caras. Es muy complicado. Ya tengo 55 años, no me las voy a dar de listo. Hago mi actividad de la forma que la sé hacer, no estoy dentro de la élite: esos que dicen que «somos fieles a nuestro estilo». Cuando yo era tan joven como ellos también lo era. Cuando pasan los años, si quieres seguir escalando debes estar en las rutas clásicas. Su estilo ya lo hice yo cuando era joven. Con los años, cambiarán al mío”.
«Lo que está claro es que hablo demasiado. En seguida saltan las alarmas y los comentarios: que ya lo han vuelto a bajar. Quizá ahora en el Manaslu me ayudaron otra vez, pero nadie me bajó. Debido al viento y al frío se me congeló la córnea del ojo izquierdo y guiado por dos compañeros terminé el descenso. Tampoco hay que darle tantas vueltas a la situación”.
Cada montaña, una lección. “El problema que ocurre es que vamos a la contra. Recuerdo hace 10 años en los buenos momentos íbamos de expedición dos meses. Salimos un 4 de septiembre de Gasteiz y hacemos cumbre un 5 de octubre. Tras la embolia pulmonar de la primavera, que es algo diferente, creo que con la edad necesito más tiempo de adaptación y aclimatación a la altura para ascender una montaña de ochomil metros. A partir de ahora es lo que tengo que tener muy claro cada vez que voy a una expedición. Siempre quiero ser el primero y no puede ser. Lección aprendida”.
Fechas. “Esto se programa de año en año. No voy a ir más de continuo con italianos: todos los días comer y cenar pasta. El año que viene voy a ir con vascos que es con los que mejor me entiendo. Primero tengo que estar bien. Este año me voy a preparar más si cabe. En enero voy a Argentina, en febrero a grabar un programa de televisión y en marzo al Dhaulagiri que es la más asequible de la primavera. Lo bueno que tengo es que ya me he quitado lo más alto, lo más asequible aunque nunca sabes donde puede estar el peligro.
“Llevo toda mi vida sin usar oxígeno. Si no puedo escalar sin usarlo, no terminaré mi proyecto. El oxígeno para subir no lo usaré nunca”.