Partidiarios de Evo muestan sus armas en Santa Cruz. Reutres
La convulsión que vive Bolivia no acarreará la caída de Evo Morales por ahora, pero sí la apuesta decidida de todos los gobiernos suramericanos por la democracia. Algo que ya han pactado nueve países de la región, con Brasil al frente, durante la cumbre extraordinaria de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) realizada este lunes en Santiago ante la masacre producida en la localidad boliviana de Pando con más de 50 muertos y una centenar de desaparecidos. Un enfrentamiento que podría llevar a una nueva guerra civil.
Nada justificará las vidas ya perdidas en Bolivia, pero les quedará el consuelo de haber conseguido un impacto más allá de sus fronteras con el acuerdo entre los gobiernos más fuertes de Suramérica por la democracia, sin tintes populistas, ni anti imperialistas. Brasil a la cabeza ha conseguido quitarle el megáfono Chávez, quien anunció que apoyaría a todo grupo armado que consiga mantener a Morales en el poder.
Nada de armas, democracia y diálogo. Estas han sido las recetas que le han dado a Morales. Ahora el líder cocalero debe sentarse a dialogar con las regiones autonomistas, que desde hace más de dos años exigen que cumpla su palabra dada de descentralizar fiscalmente el país.
Mientras tanto, en las calles de las regiones autonomistas siguen humeando las piedras lanzadas contra el Ejército. Las mismas que utilizó Morales para llegar al poder durante el año 2006. Tal vez, después de esta crisis cambien las piedras por las mesas de diálogo. Tal vez.