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ETA vuelve hacer estallar un coche bomba. Y lo hace contra la sede en Bilbao de EiTB y por extensión contra todos los medios de comunicación de Euskadi. Y es que  la parte trasera de ese edificio tienen sus sedes también EL Mundo del País Vasco y Deia, además de Antena 3, Onda Cera y las otras cabeceras de Recoletos ahora Unidad Editorial.

En las redacciones de todos estos medios he trabajado. En Deia más de cuatro años, en EL Mundo unos cuantos meses y en Radio Euskadi para trabajos concretos. A todos ellos muestro hoy mi apoyo a la vez que me uno a las palabras del lehendakari, «ETA kanpora: deja de manchar el nombre de este pueblo». 

Durante los meses que trabajé en EL MUNDO me animaron a adoptar diferentes medidas de seguridad. Un día la subdirectora nos llamó uno a uno a su despacho a todos los redactores. La Ertzaintza había encontrado a una pareja realizando grabaciones y tomando fotos a cada una de las personas que cruzábamos la puerta de entrada del edificio. El director, como la redactora jefa y subdirectora ya contaban con sus propios guarda espaldas. Ahora nos ofrecían ayuda en caso de que «notáramos algo raro» como que una persona nos siguiera por la calle o nos reconociera como periodistas de EL MUNDO o simplemente coincidiéramos demasiadas veces con el mismo rostro.  

Yo no me tomé en serio el suceso. Ni siquiera pregunté nada. Sabía que mi firma poco podría interesar a nadie. Sin embargo, me hizo pensar en todas aquellas personas que en Euskadi se ven obligadas a tomarse en serio estos sucesos. Pasaron los meses y abandoné ese medio. En ese tiempo evité firmar alguna que otra información utilizando las siglas de EL MUNDO, E.M., cuando me encargaban escribir un pieza sobre el último Zutabe o sobre información que hacía referencia de modo directo a ETA. Así es la libertad de expresión en Euskadi.

Cambié de medio pero no me fui muy lejos. Conmigo marcharon más de ocho periodistas para poner en marcha otros proyectos. A veces los medios quieren transmitir realidades difíciles de firmar, incluso sintiendo los ojos de los verdugos cerca.

Esta misma realidad la encontré después en Deia. Cuando leí como aparecía el nombre de algún compañero entre los «enemigos del pueblo» en los boletines internos de ETA.

Es la paranoia vasca, en la que muchos se emepeñan en vivir. Y en la que otros aprovechan para cargar contra sus enemigos.

Feliz Ano Nuevo y a todos los periodistas que en 2009 siguamos dando guerra