Ayer se cumplía un año de la muerte del periodista franco español Christian Poveda. Murió a manos de los que «quería sacar de la miseria en la que habían nacido», la mara 18 en el Salvador. Su pecado, editar un documental sobre la vida de estos pandilleros y demostrar que detrás de cada uno de ellos hay una historia personal que reclama oportunidades por una vida mejor. Sin embargo, cuatro tiros en la cabeza acabaron con su proyecto.
Pude entrevistar a Poveda en el Festival de Cine de San Sebastián de hace dos años, justo a la vuelta de mi viaje a Guatemala y de mi entrevista con un ex pandillero de la M18 de ciudad de Guatemala. «Si no cambian las políticas de inmigración, no tardará en expandirse esta moda pandillera por Europa», auguraba Poveda. Y anunciaba nuevos proyectos para seguir dando voz a los jóvenes que quieren salir de esa telaraña de violencia.
Ahora en el último viaje a Honduras pocas personas me hablaron de las maras como un problema en sí. El problema principal es el clima de violencia e impunidad en el que vive el país desde el golpe de Estado del año pasado. En Honduras las asociaciones sociales denuncian que fallecen 30 personas al día entre muertos y desaparecidos. Cada 18 horas una mujer es asesinada. Las maras ya no son un problema, pues se trata de una forma de sicariato más en el país junto a los narcos, policías corruptos y desaprensivos. Lo que está claro es que contra esto sólo se puede combatir dando oportunidades a los más jóvenes y desde pequeños. La huelga de profesores en la educación pública ha provocado que dos generaciones de jóvenes hayan dejado la escuela. Muchos no tardarán en dar el salto a las pandillas. Educación. Todo pasa por dar educación a los más pequeños, a las nuevas generaciones, antes de que encuentren los «atajos» que existen para hacer dinero fácil y ellos mismos caven sus propios pozos.