Hoy me publica  PÚBLICO una doble página sobre las maras. El hilo del reportaje es la entrevista que realicé a un exlíder de la M18, una de las pandillas más sanguinarías de Centro América. El encuentro lo tuve en los bajos de una gran rascacielos de la ciudad de Guatemala. Allí el ex pandillero trabaja como lustra botas, a la vez que se oculta de la policía y del resto de mareros que le buscan para matarlo. Unos por ser de la mara contraria otros por haberlos abandonado.

Durante media hora y con un tono de voz que rozaba el susurro me fue relatando qué le llevó a ingresar en una de ellas, cómo operaban y qué le llevó a dejarlo.  Un recorrido que le costó ocho balazos, la muerte de una hija recién nacida y el exilio. Pero sabe que esta situación es provisional, pues a todos les llega la muerte. «No conozco a ningún marero mayor de los 30 fuera de la cárcel».

 «Si publicas mi foto en Guatemala me localizarán y me matarán, pero en la vida hay que elegir entre dejar huella o pasar inadvertido. Yo ya he optado: publícala».

Para realizar las fotografías nos escondimos en el baño del edificio. Allí se quitó la camiseta y me dejó ver sus tatuajes. Cada uno de ellos justifica un balazo. Durante la «sesión» de fotos comenzaron a entrar personas que cabiz bajos retrocedían en silencio. Y es que nadie mira a la cara a un marero. A la salida todos esperaban en silencio a que nos marcháramos. Miedo.