Hoy viajamos en Piedra de Toque_Onda Vasca de nuevo a la montaña más alta del planeta, el Everest (8.848m), porque son muchos los montañeros vascos que esta temporada han trasladado su casa al campo base del Chomolungma. El sábado pasado hablamos con Juanito Oiarzabal tras hacer cima en el Lhotse un ochomil que comparte campo base con el Everest. Dejando a un lado la polémica y el cruce de críticas con la expedición de Edurne Pasaban, quisimos recibirlo y conocer las piedras de toque de sus viajes. Y es que ya lleva 28 cimas de más de 8.000 metros a sus 55 años y las que les quedan.

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Ahora regresamos al Himalaya de la mano de Migueltxo Molina, cámara, periodista y montañero navarro que ha acompañado a Edurne Pasaban en su último viaje al Everest. Con él conoceremos cómo es la vida en un campo base y todo el trabajo que hay detrás de esas imágenes idílicas que se cuelan en nuestras casas por la televisión. También le preguntaremos por Pura Vida el documental que prepara sobre la vida de Iñaki Ochoa de Olza a través de todos los montañeros que participaron en su rescate hace ahora dos años en la cara este del Annapurna. Un rescate con final trágico pero que dejó escritas una de las páginas más solidarias de la Historia del alpinismo.

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Y de los ojos de un cámara a los de un mendizale de Zalla que ha conseguido ollar la cima de esta montaña. Unai Llantada encarna el sueño de muchos vascos. Él comenzó a hacer monte por las cimas del Enkarterri, después a los Pirineos de ahí a los Alpes, Andes y, por fin, al Himalaya. Tras tres expediciones, Manasul, Amadablam, tocaba el Everest dónde ha clavado hace ahora unas semanas su ikurriña. Una escalada que realizó ayudado por oxígeno artificial y acompañado en su primer tramo por más de una treintena de amigos de Balmaseda. Y como buen montañero, conectaremos con él desde el Kolitza porque ante todo él es un mendizale, un aficionado a la montaña. Y hoy no podía faltar a la cita anual de montañeros de las Encartaciones en esta cima. De la cima del Everest al Kolitza.

La última parada de nuestro viaje, como siempre, será la biblioteca de Kilo Betelu.