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Huérfanos de la guerra. AP

A la portada de ayer de El País se une hoy la de EL CORREO. Las tropas de Nkunda avanzan en la provincia congoleña de Kivu Norte. Tal vez a estas horas hayan tomado ya la ciudad de Kanyabayonga a pocos kilómetros de Goma, la capital local. En su avance más de 65.000 desplazados se hacinan en asentamiento cerca de Kibati, temerosos de que las «fuerzas de liberación» acaben con sus vidas. Las ONG denuncian desde el terreno que con el avance de las tropas rebeldes y la espantada del ejército se saquean por los caminos poblados enteros incluyendo el rapto de niños.

ACNUR ya se ha desplegado por los asentamientos. Amnistía Internacional denuncia que son 30.000 los menores que matan y mueren por el conflicto del petróleo del s.XXI, el coltán. Intermon Oxfam asegura que una vez más «el mundo ha fracasado en proteger a los inocentes». Y la ONU ha trasladado 65 toneladas de alimentos a las ciudades ocupadas. Poco parece todo para frenar este conflicto. Por lo menos, que no pase desapercibido, que todos sepamos cuál es el coste de la vida más allá de nuestras fronteras. Y una vez más, me río de la crisis.